Fomentar la convivencia en los núcleos urbanos pasa por su peatonalización.
Si ha paseado por las pequeñas calles de un barrio céntrico de una gran ciudad, te habrá enfrentado con su mayor enemigo: el auto. Un vehículo que dificulta la tranquilidad del viandante cuando sus angostas aceras llegan al máximo de su capacidad con una persona.
“El automóvil, que una vez fue un instrumento de libertad, se ha convertido en una prótesis que pone en peligro nuestras vidas, malgasta nuestro tiempo y genera gases contaminantes”, comentaba Jeff Speck, planificador y diseñador urbano en una charla Ted.
Cuanto más caminable es una ciudad, mejores más fuertes son los lazos que se generan en la comunidad, desde apoyar al pequeño comercio hasta conseguir que los niños reafirmen sus relaciones sociales llegando al colegio a pie.
Los beneficios de la ciudad “caminable”
Según el estudio Walk this Way, desarrollado por la institución Brooking en Washington D.C. sobre el impacto económico que tiene la peatonalización, los lugares ‘caminables’ urbanos poseen una economía mucho más activa que los no caminables.
“Fomentar un mayor nivel de ‘caminabilidad’ es importante, no sólo por los beneficios para la salud asociados a caminar, sino también porque hacer las zonas más ‘caminables’ genera actividad económica, incrementa los valores de los predios y el turismo, mejora la movilidad y aumenta la calidad de vida de los usuarios”, indicaba Gerardo Arreola, en la revista The Review.
Asimismo, los residentes de los lugares con más áreas peatonales tienen menores costos de transporte y mejor acceso a la infraestructura de transporte. Paradas de transporte público masivo, carriles bici e incluso autobuses eléctricos adaptados a pequeños espacios son algunos de sus beneficios.
¿Qué significa ‘caminable’?
La organización Walk Score, reconocida por los planificadores urbanos, clasifica numéricamente el nivel de ‘caminabilidad’ de núcleos urbanos de todo el mundo. Según su definición, estos lugares cuentan con unas características comunes.
Disponen de un centro del barrio y cuentan con un flujo de pasajeros suficientes para mantener un sistema de transporte público adecuado.
Hacer las zonas más ‘caminables’ genera actividad económica”
Su diseño urbano está orientado a promover un buen flujo peatonal; calles y avenidas que permiten el flujo tanto de bicicletas como de automóviles, orientadas por bicicletas y el transito; construcciones de uso mixto; y otro tipo de equipamiento, como es el caso de parques y lugares recreativos.
Por su parte, el estudio de Brookings la define como aquellos lugares peatonales urbanos que tienen una utilidad más allá de la ciudad misma: sirven a la región, tienen alta densidad, uso mixto, y una extensión de entre 50 y 400 hectáreas.
¿Cómo se consigue?
Entre 2004 y 2012 la movilidad a pie en Madrid aumentó únicamente un 3%, según indica el plan de movilidad urbana sostenible de la ciudad de Madrid. Las vías de tráfico constituyen la barrera más importante para este crecimiento, seguida del reducido número de vías de prioridad peatonal fuera del centro.
Para reconvertir la capital española en un entorno caminable, el plan contempla: “disponer de una perspectiva integrada de la funcionalidad de los distintos espacios públicos con el que se obtendrán: criterios de jerarquización de los espacios públicos de estar, los corredores que garanticen su intercomunicación y el establecimiento de un Programa de Intervención en la Red Peatonal”.
En Barcelona se desarrolla un plan de movilidad sostenible que culminó en 2018 basado en el concepto de las ‘supermanzanas’. Células de unos 400-500 metros por cada lado, cuyas periferias se articulan como si fueran vías básicas pensadas para el vehículo de paso. El interior se transforma.
Las ciudades ‘caminables’ tienen un núcleo urbano que permite el flujo peatonal”
“Son áreas en las que el auto circula a 10 km/hora. Donde pueden jugar los niños, los invidentes deambular seguros y hacer todos los usos que la ciudad permita. Liberamos el 70% de espacio que ocupa la motorización”, indica Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona.
Asimismo, indica Rueda, que estos módulos dispuestos unos junto a otros permiten generar redes de transporte sincronizadas: bien sea con vehículos públicos, a pie o en bicicleta. Con este proyecto se pretende ampliar el espacio público que es lo que define la existencia real de una ciudad.
“Un lugar donde se pueden realizar los usos y las funciones que la ciudad permita. Juegos, fiestas, intercambio económico, manifestaciones políticas…”, concluye Rueda. Sin estas zonas, la ciudad en esencia no existiría.
Fuente | La Vanguardia
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