Ahora que ya estaban en la estación, a punto de entrar en la góndola que los iba a transportar por el aire de un extremo al otro de la ciudad, Damián se sintió contento de estar acompañado, esto es transportarse por el aire sin levantar el vuelo, además ¡Hoy sería su primer día de clases en el colegio!
Mientras la góndola arrancaba su recorrido, miró el extenso tendido de cables de acero montados sobre altas torres.
Ahora, sentado en su asiento, Damián todavía estaba un poco intranquilo mientras la góndola avanzaba por el aire a más de 20 kilómetros por hora.
‒Esto es algo imposible de imaginar ― le comentó a su compañero.
‒¿Es tu primera vez? ―le preguntó Juan Carlos, viendo como se agarraba fuerte a la barandilla.
‒Bueno el teleférico te va a encantar; desde lo alto todo se ve diferente: la gente, las casas, los autos…
Mientras miraba el colorido paisaje urbano bajo sus pies, Damián dudaba: no estaba muy convencido que viajar en una góndola que en ciertos momentos del recorrido se elevaba y avanzaba a una velocidad de casi 6 metros por segundo fuera realmente muy seguro. Y casi sin pensarlo se lo pregunto a su compañero.
‒Si, claro ―lo confortó Juan Carlos―. Es un medio de transporte muy confiable porque se le hacen controles y supervisiones permanentes.
Además, suma otras ventajas, por ejemplo, mejoras ambientales. En dos años de operativa el teleférico permitió evitar el consumo de más de 10 millones de litros de gasolina, de la que se usa en los motores de otros vehículos.
De haberse tenido que quemar ese combustible se hubieran lanzado a la atmósfera más de 19 mil toneladas de gases contaminantes, como el dióxido de carbono (CO2), que agrava el cambio climático por el efecto invernadero.
Entusiasmado, Juan Carlos siguió contando que en las estaciones y construcciones del teleférico se instalaron otras tecnologías amigables y beneficiosas para el medio ambiente.
‒Los responsables del sistema, junto con las autoridades de la ciudad impulsaron un plan de reforestación urbana y se plantaron 1429 ejemplares de árboles y arbustos a lo largo de la traza.
Para alimentar con energía eléctrica sustentable algunos de los servicios que ofrecen a los pasajeros ―la iluminación de la cabina, la conectividad Wi-Fi y los intercomunicadores de seguridad―, se instalaron 1332 paneles solares que acumulan electricidad en baterías.
Mientras su compañero le comentaba otros datos una ráfaga de viento comenzó a balancear, suavemente, la cabina. Damián, poco acostumbrado a esa sensación, volvió a mirar las calles y avenidas atestadas de vehículos, se aferró con más fuerza y preguntó:
¿Cómo saben que es mejor usar el teleférico que el transporte urbano más común, como los minibuses y autos?
‒Porque los ingenieros en transporte realizaron los cálculos y equivalencias. Y encontraron, por ejemplo, que una cabina del teleférico puede transportar hasta diez pasajeros consumiendo 3,3 kWh de energía eléctrica.
En cambio, si esas mismas diez personas realizaran un recorrido similar pero viajando en un minibús estándar, con su tradicional motor a explosión, se consumiría en el mismo viaje el equivalente a 157 kWh. ¡El transporte aéreo es muchísimo más eficiente! ―aseguró Juan Carlos―.
Y no te preocupes por las vibraciones y los movimientos que causa este vientito: cada cabina está diseñada para transportar hasta 800 kilogramos y los cables de acero trenzado del sistema tienen 5 centímetros de diámetro y están calculados para levantar hasta 300 toneladas.
¿Y tú como sabes tanto de todo esto?
‒Es que mi padre trabaja en el Instituto Boliviano de Metrología y allí calibran los instrumentos de medición que utilizan los profesionales encargados del mantenimiento del teleférico.
Justo en estos días el laboratorio de mi papá se estaba ocupando del servicio de calibración de los torquímetros, que son los instrumentos que utilizan los técnicos del teleférico para hacer el control del aseguramiento de los pernos, en las torres de cada una de las líneas que componen el sistema.
Antes de que Juan Carlos pudiera continuar con sus explicaciones tuvieron que aprestarse a descender porque ya llegaban a su estación terminal.
‒¿El teleférico también ayuda a disminuir la contaminación ambiental?
‒Si. Mi madre es enfermera y me contó que en su hospital atienden a varias personas con problemas respiratorios.
Haciendo mediciones dentro de un minibús los técnicos registraron 9,6 partes por millón de partículas moléculas de un gas tóxico conocido como monóxido de carbono (CO), el mismo que emana por los escapes de los vehículos con motor a explosión.
En la cabina del teleférico no se registró la presencia de CO, por encima de los parámetros normales ―le explicó Juan Carlos.
Además en el medio de un embotellamiento de tránsito, dentro de los microbuses se ha medido un ruido de hasta 68,3 decibeles (dB), muy cerca de los 70 dB que propone, como límite máximo, la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En cambio, como tú mismo pudiste sentir recién, dentro de la cabina el sonido es mínimo. El máximo registrado en los ensayos fue de 59,3 dB. O sea, ¡mucho más tranquilo! —completó.
Mientras se enteraba de otras ventajas del teleférico, llegaron hasta a la puerta del colegio en el momento que sonaba el timbre para entrar a clase.
‒Gracias por tu compañía y por todos los datos ―le dijo Damián―. Seguimos charlando en el viaje de vuelta.
Transportarse por el cielo urbano
El sistema de transporte aéreo conocido como teleférico comenzó a funcionar en 2014 y hoy es un ícono de la ciudad en Bolivia.
A mediados de 2017 ha sido utilizado por 75 millones de pasajeros.
El teleférico no es, todavía, un sistema de transporte muy extendido, pero ya hay varias ciudades de América Latina que recurren a esta solución.
Además de Bolivia, también poseen teleféricos urbanos Medellín, Caracas y San Pablo ―entre otras ciudades― que utilizan a diario miles de pasajeros. Y las autoridades de diversas ciudades de Perú y México tienen en estudio proyectos similares.
Fuente | Artículo de Rolando F. Espejo Bolivia.
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